Si hay autoexclusión, ¿por qué no autoinclusión?

Estibaliz Peinado Iribar.

17/01/2023 Legal Today (legaltoday.com)


El ejercicio de la abogacía, qué duda cabe, es exigente. No solo requiere conocimientos jurídicos sólidos (constantemente actualizados), sino que también demanda criterio, inteligencia emocional, vocación de servicio, simpatía, empatía y grandes dosis de dedicación. No es un trabajo para cualquiera: un porcentaje no menor de hombres y mujeres abandonan la abogacía en algún momento de sus carreras en busca de otras vocaciones, y eso sucede especialmente en los grandes despachos, que es el ámbito en el que he crecido como profesional.

Hasta ahí, todo dentro de lo normal. Más preocupante es la denominada “autoexclusión”, es decir, la renuncia autoimpuesta por el convencimiento de que no se está suficientemente capacitado para llegar a la cúspide o de que ello es incompatible con la vida personal y familiar. Y es especialmente preocupante —digo— porque es más frecuente entre las abogadas, que somos el 50 % del talento. Son muchas las causas de esta realidad, en buena parte debidas a aspectos sociales y culturales que desbordan tanto a las profesionales afectadas como a los despachos en que ejercen, y en las que no me detendré.

Me interesa más la siguiente reflexión: si existe un problema de autoexclusión, su solución pasa, aunque sea en parte, por la autoinclusión. Y aquí, un par de advertencias (como buena abogada, no puedo evitar incluir un disclaimer). No se vea en estas líneas, en absoluto, una minusvaloración de las trabas que encontramos las abogadas por ser mujeres —y, en particular, por ser madres— frente a las que necesitamos el compromiso de la sociedad, las instituciones y nuestros despachos. Tampoco un intento de restar importancia a las dificultades de la conciliación.

Lo que sostengo es que, como frente a cualquier otro reto de la vida, es conveniente realizar un ejercicio introspectivo para analizar en qué medida la solución está en parte en nosotras mismas. Tras doce años como abogada en Uría Menéndez, y tres siendo madre, me gustaría aprovechar esta oportunidad que me ofrece Legal Today para compartir humildemente algunos hábitos, cualidades y recursos que pueden evitar que abogadas llenas de talento y que disfrutan de esta profesión se queden por el camino por el único motivo de que están convencidas de que es imposible tenerlo “todo”.

En primer lugar, es fundamental que creamos en nosotras plenamente y dejar de asumir a priori que cualquier propuesta de flexibilidad nos devalúa o será rechazada. Debemos ser agentes del cambio (en vez de esperarlo): nadie mejor que nosotras conoce lo que es necesario para compatibilizar vida personal y profesional. Honestamente, considero que nuestros compañeros agradecen y se toman muy en serio todas las iniciativas que provienen, precisamente, de las profesionales que quieren progresar en su carrera y prestar un mejor servicio a los clientes.

Por otro lado, los estudios demuestran que, debido a sesgos históricos, las mujeres creen que deberán trabajar más duro para obtener el mismo nivel de reconocimiento que los hombres. A veces ello nos ha conducido a centrar los esfuerzos en una ejecución técnicamente excelente a costa de otros elementos más intangibles, pero de gran trascendencia conforme se avanza en la carrera: el liderazgo, el networking, el desarrollo de negocio, la relevancia interna y externa. Y aquí no hay excusas, porque son dimensiones esenciales del ejercicio liberal de la abogacía.

Personalmente, la organización y la eficiencia —cualidades muy ligadas a los perfiles profesionales femeninos— me han ayudado a enfrentar esas otras dimensiones de la profesión, quizá con un estilo distinto, pero que suma y que es igualmente válido. De hecho, he tenido la suerte de participar en algunos cursos sobre la materia organizados por mi despacho, que ciertamente me han sido de gran utilidad para hacer una gestión racional de mi tiempo.

Otro ámbito al que hay que estar atentas es a la famosa capacidad de multitasking femenina, que puede jugar malas pasadas. Queremos aprovechar el camino a una reunión para llamar a nuestros hijos e interesarnos por su día, repasar el asunto con nuestro compañero e, incluso, hacer un pedido para casa. Querer llegar a todos esos sitios nos puede hacer sentir que, en realidad, no llegamos (al menos, como nos gustaría) a ninguno de ellos. Ahora que está tan de moda el mindfulness, apliquémoslo a nuestro favor. Pongamos todo nuestro foco y nuestra energía allá donde estemos en cada momento y, en particular, también en nuestros asuntos y clientes. Eso exige, además de ciertos recursos y ayuda, previsión, que es otra capacidad en la que las mujeres destacamos.

Hay mucho que podemos hacer por nosotras mismas. Si trabajamos en los recursos que están a nuestro alcance en vez de descansar en prejuicios para autoexcluirnos, estaremos contribuyendo también a destruir esos prejuicios para otras abogadas, que verán que sí es posible alcanzar un desarrollo profesional sin límites y sin sacrificar una vida personal plena. Porque si como abogada crees en “tu caso” de la misma forma que crees en los casos de tus clientes, si los peleas como pelearías la posición de tu cliente, es difícil que algo se te pueda resistir.

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