Nuevo marco normativo en China para inversores extranjeros
Un mercado como el chino de más de mil millones de personas y con una creciente clase media no puede ser ignorado por las empresas europeas que tengan vocación internacional.
China es probablemente el país que más ha evolucionado en los últimos 50 años. La visita de Nixon y Kissinger fue el pistoletazo de salida simbólico al proceso que convirtió a China en la "fábrica del mundo" sobre el que basó un espectacular crecimiento durante la década de los 70, 80 y 90. A partir de la década de los 90, el modelo económico chino fue paulatinamente evolucionando hacia un modelo más sofisticado que apostaba por un crecimiento más sostenido (entiéndase sostenido para los estándares chinos) y más centrado en la producción de bienes y servicios de mayor valor añadido. Basta con echar un vistazo a la evolución de los ránking de las mayores empresas del mundo en los últimos 25 años para confirmar estas tendencias: las empresas chinas han ido ganando progresivamente terreno, observándose como, a partir del 2000, las empresas chinas de utilities iban siendo reemplazadas por empresas de servicios tecnológicos y financieros.
Este cambio de paradigma unido al enorme desarrollo económico chino ha tenido impactos relevantes: por un lado, China ha dejado de ser (con carácter general) un destino low-cost para fabricar lo que ha movido a muchas empresas occidentales a trasladar sus fábricas a países del Sudeste Asiático más competitivos en costes. Por otro lado, el enorme crecimiento de China y sus empresas complica, entre otras razones, a las empresas extranjeras ser competitivas en el mercado chino y, a su vez, ese crecimiento ha empujado a un número creciente de empresas chinas (muchas de ellas de propiedad estatal) a realizar inversiones en Europa y Estados Unidos. Esto ha despertado los recelos de las autoridades europeas y comunitarias que han endurecido sus respectivas normativas para el escrutinio de inversiones extranjeras en su territorio.
Es probable que el entorno global no estuviera preparado para la fulgurante aparición (o más bien reaparición) de China como superpotencia económica, política y militar, pero la solución a los retos descritos no debe pasar por una política de bloques aislados el uno del otro. China está oficialmente abierta al mundo y constituye un inversor formidable con el que, sobre la base de un principio de reciprocidad, los gobiernos y empresas occidentales deben trabajar. Y qué duda que un mercado como el chino de más de mil millones de personas y con una creciente clase media no puede ser ignorado por las empresas europeas que tengan vocación internacional.
En definitiva, la convergencia es necesaria y parece que poco a poco se van dando algunos pasos en la buena dirección que, sin embargo, no están exentos de dificultades y contratiempos. Así, aunque el pasado 30 de diciembre, las autoridades chinas y europeas anunciaron un nuevo acuerdo de inversión que buscaba espolear las inversiones en ambas direcciones, la ratificación de dicho acuerdo ha sido inicialmente rechazada por las autoridades europeas. Sigue habiendo no obstante confianza en que los últimos desencuentros puedan superarse de manera que el nuevo tratado pueda ver finalmente la luz después de 7 años de intensa negociación entre las autoridades chinas y comunitarias.
China es asimismo consciente de que debe dar pasos hacia la progresiva desregulación de su economía y ofrecer un marco jurídico no discriminatorio que ofrezca más garantías al inversor extranjero. En este sentido, China ha promulgado una nueva normativa sobre inversiones extranjeras que es sintomática de la voluntad de las autoridades china de avanzar en esa dirección, con medidas tales como:
Ausencia de autorización previa
Como regla general, la constitución de una sociedad por parte de inversores extranjeros en China deja de estar sujeto a la notificación o aprobación al Ministerio de Comercio (conocido popularmente como MOFCOM o sus delegaciones locales). En consecuencia, salvo en sectores más sensibles que puede estar sujetos a limitaciones, un inversor extranjero puede, de forma similar a cómo haría cualquier inversor chino, registrar directamente una compañía en China con las autoridades registrales pertinentes.
Refuerzo de la protección de derechos de propiedad industrial y secretos comerciales
China endurece el régimen sancionador para la infracción de los derechos de propiedad industrial y fortalece la protección de esos derechos para los inversores extranjeros y las compañías que éstos constituyan en China. Además, la nueva normativa establece medidas concretas para la protección de secretos comerciales de inversores extranjeros como son: limitar los materiales e información que los inversores extranjeros tienen que compartir con los organismos regulatorios chinos; restringir el número de personas con acceso a la información sobre secretos comerciales de los inversores extranjeros; y en aquellos casos en los que la información debe ser compartida, se establecen estrictas medidas de confidencialidad para prevenir fugas de información.
Validez de los compromisos asumidos con inversores extranjeros
La nueva normativa confirma la validez de acuerdos de inversión preferente con las autoridades locales chinas cuya validez y eficacia estaba siendo discutida.
Justiprecio en caso de expropiación
La nueva ley establece el deber de pagar un justiprecio justo y razonable (tomando como referencia el valor de mercado) a los inversores extranjeros que, por motivos de interés público, sean expropiados. Asimismo, se establecen mecanismos legales (solicitud de una revisión del justiprecio o el recurso en vía administrativa) de reclamación para los inversores extranjeros que no estén conformes con la expropiación.
Es importante mencionar que las empresas chinas de capital extranjero tienen hasta el 1 de enero de 2025 para realizar los ajustes que resulten necesarios para adaptarse a la nueva normativa.
En definitiva, queda mucho camino por recorrer hasta lograr esa deseada convergencia, pero se están dando pasos en la buena dirección y las empresas europeas que hoy decidan invertir en China encontrarán un marco regulatorio más igualitario que el que tenían hace unos años. Es sin duda una noticia positiva en un contexto donde la volatilidad de algunos mercados como el latinoamericano puede mover a muchas empresas españolas a mirar más decididamente hacia Asia en general y China en particular.